Los alimentos transgénicos son aquellos que han sido producidos a partir de un organismo modificado mediante ingeniería genética y al que se le han incorporado genes de otro organismo para producir las características deseadas. En la actualidad tienen mayor presencia de alimentos procedentes de plantas transgénicas como el maíz o la soja.
La ingeniería genética o tecnología del ADN recombinante es la ciencia que manipula secuencias de ADN (que normalmente codifican genes) de forma directa, posibilitando su extracción de un taxón biológico dado y su inclusión en otro, así como la modificación o eliminación de estos genes. En esto se diferencia de la mejora clásica, que es la ciencia que introduce fragmentos de ADN (conteniendo como en el caso anterior genes) de forma indirecta, mediante cruces dirigidos. La primera estrategia, de la ingeniería genética, se circunscribe en la disciplina denominada biotecnología vegetal. Cabe destacar que la inserción de grupos de genes y otros procesos pueden realizarse mediante técnicas de biotecnología vegetal que no son consideradas ingeniería genética, como puede ser la fusión de protoplastos.
La mejora de las especies que serán usadas como alimento ha sido un motivo común en la historia de la Humanidad. Entre el 12.000 y 4.000 a. deC. ya se realizaba una mejora por selección artificial de plantas. Tras el descubrimiento de la reproducción sexual en vegetales, se realizó el primer cruzamiento intergenérico (es decir, entre especies de géneros distintos) en 1876. En 1909 se efectuó la primera fusión de protoplastos, y en 1927 se obtuvieron mutantes de mayor productividad mediante irradiación con rayosX de semillas. En 1983 se produjo la primera planta transgénica. En estas fechas, unos biotecnólogos logran aislar un gen e introducirlo en un genoma de la bacteria Escherichia coli (E.Coli ). Tres años más tarde, en 1986, Monsanto, empresa multinacional dedicada a la biotecnología, crea la primera planta genéticamente modificada. Se trataba de una planta de tabaco a la que se añadió a su genoma un gen de resistencia para el antibiótico Kanamicina. Finalmente, en 1994 se aprueba la comercialización del primer alimento modificado genéticamente, los tomates Flavr Savr, creados por Calgene, una empresa biotecnóloga. A estos se les introdujo un gen antisentido con respecto al gen normal de la poligalacturonasa, enzima que induce a la maduración del tomate, de manera que este aguantaría más tiempo maduro y tendría una mayor resistencia. Pero pocos años después, en 1996, este producto tuvo que ser retirado del mercado de productos frescos al presentar consecuencias imprevistas como una piel blanda, un sabor extraño y cambios en su composición. Aun así, estos tomates se usan para la producción de tomates elaborados.
En el año 2007, los cultivos de transgénicos se extienden en 114,3 millones de hectáreas de 23 países, de los cuales 12 son países en vías de desarrollo. En el año 2006 en Estados Unidos el 89% de plantaciones de soja lo eran de variedades transgénicas, así como el 83% del algodón y el 61% del maíz.
Las plagas deinsectosson uno de los elementos más devastadores en agricultura.Por esta razón, la introducción de genes que provocan el desarrollo de resistentes a uno o variosórdenesde insectos ha sido un elemento común a muchas de las variedades patentadas. Las ventajas de este método suponen un menor uso de insecticidas en los campos sembrados con estas variedades,lo que redunda en un menor impacto en el ecosistema que alberga al cultivo y por la salud de los trabajadores que manipulan losfitosanitarios.Los caracteres introducidos mediante ingeniería genética en especies destinadas a la producción de alimentos comestibles buscan el incremento de la productividad (por ejemplo, mediante una resistencia mejorada a las plagas) así como la introducción de características de calidad nuevas. Debido al mayor desarrollo de la manipulación genética en especies vegetales, todos los alimentos transgénicos corresponden a derivados de plantas. Por ejemplo, un carácter empleado con frecuencia es la resistencia a herbicidas, puesto que de este modo es posible emplearlos afectando sólo a la flora ajena al cultivo. Cabe destacar que el empleo de variedades modificadas y resistentes a herbicidas ha disminuido la contaminación debido a estos productos en acuíferos y suelo, si bien es cierto que no se requeriría el uso de estos herbicidas tan nocivos por su alto contenido en glifosato (GLY) y amonio glifosinado (GLU) si no se plantaran estas variedades, diseñadas exclusivamente para resistir a dichos compuestos.
Uno de los factores que suelen mencionarse respecto a la prohibición de cultivos transgénicos es la imposibilidad de la coexistencia entre los cultivos convencionales y los genéticamente modificados, debido a la entrecruza del polen llevada a cabo por el viento o los insectos polinizadores. Sin embargo, el gobierno de Cataluña demostró que con el aislamiento de los cultivos, estableciendo una distancia de 30 metros entre uno y otro, así como un retraso de 11 días en las fechas de siembra, se ha logrado en España la existencia simultánea de las dos alternativas en el cultivo de maíz.
Son alimentos que han sido “creados” aplicando técnicas de ingeniería genética. Con las técnicas de ingeniería genética se utilizan fragmentos de ADN que contienen genes específicos en los que se introducen mutaciones y modificaciones.Mediante esta técnica se aisla un gen del genoma de un organismo donador, se amplifica o se modifica en un laboratorio, y posteriormente se reintroduce en el organismo original o en uno distinto generando un organismo transgénico.
El primer alimento transgénico se comercializó en Estados Unidos en 1994. Era un tomate transgénicocon una modificación de un gen que codifica una enzima que retrasaba la putrefacción. Actualmente hay decenas de alimentos transgénicos comercializados en todo el mundo. Se han desarrollado patatas transgénicas con cambio en el contenido de almidón, existen tomates y frutas transgénicos en los que se puede regular el proceso de maduración.
Uno de los casos más relevantes por su repercusión positiva para la salud es lageneración delllamado arroz dorado, con alto contenido en vitamina A y que se destina a aquellas poblaciones con déficit en esta vitamina debido a dietas muy restringidas en legumbres, alimentos de origen animal y frutas, y donde la casi exclusiva fuente alimentos es el arroz.
Las técnicas de ingeniería genética permiten construir nuevos vegetales con genes provenientes de genomas bacterianos. Actualmente existen tipos de plantas de algodón, colza o maíz transgénicos que portan el gen de una bacteria y son capaces de resistir el ataque de virus, bacterias, hongos o insectos. Se han desarrollado plantas resistentes al ataque de plagas para producir semillas de variedades con alto interés alimentario e industrial en las que se puede eliminar el uso de plaguicidas, ya que la propia planta es resistente al ataque gracias al gen introducido.
Los alimentos transgénicos no tienen buena prensa en general el ciudadano los identifica con compañías multinacionales de la alimentación cuyo objetivo último es monopolizar y unificar la oferta de alimentos. Ello podría llevar a la extinción de especies y la consiguiente pérdida de biodiversidad. Además, la aplicación para su creación de tecnologías nuevas y poco evaluadas en lo relativo a su impacto sanitario y ambiental, hace que se desconfíe de ellos. Una de las preocupaciones más frecuentes está relacionada con el posible salto de la barrera de las especies que podría modificar el genoma humano o de animales con resultados imprevisibles.
Actualmente son ya varios países en los que la agricultura transgénica es un hecho con gran repercusión económica, que hace que parezca imparable su diseminación. Por ello se hace necesaria una normativa y una legislación internacional que proteja de los aspectos negativos de los alimentos transgénicos, promueva los positivos, y permita una convivencia entre la agroalimentación transgénica y la agricultura convencional.
Como todo, la posibilidad de obtener alimentos transgénicos tiene tanto ventajas como inconvenientes. Les presentaremos un listado.
VENTAJAS:
-Podremos consumir alimentos con más vitaminas, minerales y proteínas, y menores contenidos en grasas.
-Producción de ácidos grasos específicos para uso alimenticio o industrial.
-Cultivos más resistentes a los ataques de virus, hongos o insectos sin la necesidad de emplear productos químicos, lo que supone un ahorro económico y menor daño al medio ambiente.
-Cultivos resistentes a los herbicidas, de forma que se pueden mantener los rendimientos reduciendo el número y la cantidad de productos empleados y usando aquellos con características ambientales más deseables.
-Mayor tiempo de conservación de frutas y verduras.
-Aumento de la producción.
-Disminución de los costes de la agricultura.
-La biotecnología puede ayudar a preservar la biodiversidad natural.
-Cultivos tolerantes a la sequía y estrés (por ejemplo, un contenido excesivo de sal en el suelo).
DESVENTAJAS:
-Existe riesgo de que se produzca hibridación.
-Siempre puede haber un rechazo frente al gen extraño.
-Puede que los genes no desarrollen el carácter de la forma esperada.
-Siempre van a llegar productos transgénicos sin etiquetar a los mercados.
-Dentro de las desventajas introduciremos las amenazas para la salud que imparten los alimentos trangénicos:
Los alimentos transgénicos llevan ya varios años en el mercado sin que hasta ahora existan normas de control o etiquetado de los productos que contienen OMG. Las compañías transnacionales CTNs. Sostienen que estos productos son inocuos y no representan graves riesgos para la salud. Pero la inocuidad de los alimentos obtenidos de CT no está demostrada y existen evidencias de graves riesgos. La experiencia ha demostrado que el proceso de manipulación genética introduce nuevos alérgenos y toxinas peligrosos -en alimentos que eran anteriormente naturales y seguros- que entran a formar parte de la dieta de los consumidores, con consecuencias hasta ahora impredecibles.
Sin embargo, el introducir venenos de alta toxicidad en la cadena alimenticia, puede ocasionar:
1. Deficiencias inmunológicas en el ser humano, como resistencia a antibióticos o la aparición de nuevas e incontrolables enfermedades virales.
2. Transformación de la estructura celular.
3. La transferencia horizontal de ADN de los OMG a los microorganismos del tracto digestivo puede crear nuevos patógenos y enfermedades, malformaciones en las nuevas generaciones, mutaciones imprevisibles e irreversibles.
4. Disminución en las sustancias de protección contra el cáncer.
Casi el 85 por ciento del maíz cultivado en los E.E. U.U. ha sido modificado genéticamente. Se encontró que los alimentos de la marca Aun, que elabora alimentos de copos de maíz entero, contienen maíz modificado genéticamente. Muchos productores modifican el maíz porque son resistentes al herbicida glifosato, que se utiliza para matar las malas hierbas.
2) Soja
La soja es el alimento más modificado genéticamente en Estados Unidos. El mayor productor de E.E. U.U. de semillas híbridas para la agricultura, Pioneer Hi-Bred International, creó una soja genéticamente modificada que fue aprobada en 2010. Se modificó para tener un alto nivel de ácido oleico, que se encuentra naturalmente en el aceite de oliva. El ácido oleico es un ácido graso omega-9 monoinsaturada que puede reducir el colesterol LDL (tradicionalmente considerado como colesterol “malo”), en sustitución de otras grasas.
3) Calabaza y calabacín
Los números genéticamente modificados de esta verdura son relativamente pequeños, pero la calabaza y el calabacín amarillo genéticamente modificado se pueden encontrar en dos especies diferentes en los E.E. U.U. Las especies contienen genes de proteínas que protegen contra losvirus. Al igual que sus homólogos de otros alimentos modificados genéticamente, no somos capaces de notar la diferencia entre no una calabaza normal y una modificada.
4) Alfalfa
El cultivo de la alfalfa modificada genéticamente fue aprobado en 2011 y consta de un gen que lo hace resistente al herbicida Roundup, permitiendo a los agricultores rociar el producto químico sin dañar la alfalfa.
5) Canola
La canola se modifica genéticamente desde su aprobación en 1996 y, a partir de 2006, alrededordel 90 por ciento de los cultivos de canola de Estados Unidos son genéticamente modificados.
6) Remolacha azucarera
Una verdura muy controversial, la remolacha azucarera se aprobó en 2005, se prohibió en 2010 y luego desreguló oficialmente en 2012. La remolacha azucarera genéticamente modificadaconstituyen la mitad de la producción de azúcar en E.E. U.U., y el 95 por ciento del mercado de la remolacha azucarera del país.
7) leche
Para aumentar la cantidad de leche producida, a las vacas se les da a menudo rBGH (hormonarecombinante del crecimiento bovino), que también está prohibida en la Unión Europea, así como en Japón, Canadá, Nueva Zelanda y Australia.
8) azucar
Remolacha azucarera genéticamente modificados
fueron introducidos en el mercado de los EE.UU. en 2009. Las remolachas son modificadas para resistir Roundup, como el maíz.
9)Tomate
Fue el primero de los alimentos transgénicos en comercializarse, su objetivo principal fue el de durar periodos más largos en buenas condiciones después de su maduración.
Otro de los alimentos transgénicos con mayor contenido de nutrientes esenciales como betacarotenos, es el arroz dorado que se cultiva en huertos especiales.
La agricultura es el arte del cultivo y explotación de la tierra con el
objeto de obtener productos con fines humanos o con destino a los animales
domésticos. Existen variadas disciplinas y toda una infraestructura agrícola,
científica e industrial alrededor de estas actividades. Se incluyen en estas
prácticas el estudio, acondicionamiento de las tierras, cultivo, desarrollo,
recolección, transformación, distribución, etc.
Se trata de una actividad muy antigua, con origen en la prehistoria, y
es actualmente un sector económico indispensable y fundamental en la
alimentación mundial.
Se estima que la agricultura se ha desarrollado desde hace unos 8.000 a
10.000 años. Desde entonces todos los pueblos de la Tierra han reconocido el
valor que las plantas cultivadas tienen para la alimentación humana y de los
animales domésticos.
Algunos vegetales se han hecho tradicionales en muchos países, e incluso
en determinados de ellos se han convertido en monocultivos, y en la fuente más
importante de ingresos.
Entre las variadas producciones agrícolas, se distinguen algunos
productos muy importantes para el ser humano, tales como los cereales, trigo,
maíz, centeno, arroz, caña de azúcar, remolacha azucarera, aceite, verduras y
frutas.
En cuanto a la alimentación animal, son importantísimos los piensos a
base de granos de la soja, maíz forrajero y sorgo.
No todas las producciones agrícolas tienen valor alimentario, también
existen numerosos cultivos dedicados a producir materias para la industria,
tales como el caucho, semillas oleaginosas para fabricar pinturas o compuestos
químicos sintéticos, plantas para la obtención de fibras, etc.
Se reconoce el valor de la agricultura al comprobar que casi la mitad de
la población mundial se dedica a esta actividad, aunque es cierto que su
distribución es muy variable. Así, mientras que en África y Asia superan el 60
por ciento de la población, en los Estados Unidos y Canadá apenas alcanza el 5
por ciento. Por su parte, en América del Sur la población dedicada a estas
tareas es casi la cuarta parte; en Europa Occidental supone alrededor del 7 por
ciento; y en los países de la Federación Rusa y los englobados en la antigua
Unión Soviética alcanza el 15 por ciento.
En el neolítico se practicaba una agricultura itinerante (y que todavía
hoy practican algunos pueblos primitivos), que consistía en abandonar las
tierras una vez han sido agotados sus recursos y buscar nuevos suelos
productivos. Actualmente la agricultura ha evolucionado hasta alcanzar carácter
industrial, donde la ingeniería genética, química y tecnología mecánica juegan
papeles fundamentales.
Se distinguen varios tipos de agricultura:
Extensiva
La agricultura extensiva es aquella en la que se realizan labores
sencillas, y en los que se emplean abonos orgánicos, como estiércoles,
prescindiendo totalmente de los fertilizantes artificiales. Es un tipo de
agricultura defendible desde el punto de vista ecológico, pues la tierra no
suele estar sujeta a la presión que imprimen otras actividades, como la
agricultura intensiva o industrial.
Intensiva o industrial
La agricultura intensiva o industrial es aquella en la que se realizan
labores complejas, y que depende totalmente de fertilizantes artificiales para
su óptimo desarrollo. Los suelos producen habitualmente de forma continuada, lo
que implica la necesidad de restituir también continuamente los elementos
minerales que ya fueron asimilados por las plantas; esto supone tener que
enfrentarse a la larga a variados problemas medioambientales, derivados no sólo
del frecuente uso de productos químicos, sino también de la imperiosa necesidad
de asegurar las cosechas contra plagas y enfermedades mediante pesticidas,
herbicidas, etc., que pueden terminar finalmente introduciéndose en la cadena
alimenticia.
Biológica
La agricultura biológica nació para dar respuesta a los problemas
planteados por la agricultura intensiva. Se trata de una actividad cada vez más
demandada por los consumidores, respetuosa con el medio ambiente y la salud.
Este tipo de agricultura recurre a métodos naturales para luchar contra las
enfermedades y plagas, y rechaza la utilización de pesticidas y fertilizantes
sintéticos.
Parcelaria
La agricultura parcelaria está limitada a superficies dispersas y
reducidas. Existen muchas regiones en el mundo que por sus características oro gráficas están dedicadas a este tipo de agricultura. Un ejemplo son los andenes oterrazas andinas
prehispánicas y que aún existen en la altiplanicie guatemalteca, donde se
cultiva maíz, alubias y calabazas; y café en las zonas más bajas de las
laderas.
Monocultivo
La agricultura de monocultivo es una actividad que está especializada en
un único producto. Aunque los agricultores de subsistencia de todo el mundo
suelen cultivar variados vegetales, no suele ser así en el caso de las grandes
explotaciones de carácter comercial. Así, muchas explotaciones producen sólo
café, té, cereales, cacao, o caucho. Un ejemplo es la dependencia de Tailandia
del arroz, que es uno de los mayores productores del mundo de esta graminácea;
o Sri Lanka, que depende enteramente de la producción de té.
Cuando se dedica una superficie a la producción de una sola especie,
suele proporcionar mayores beneficios económicos, ya que se simplifica la
gestión del suelo, la producción y su comercialización. Sin embargo, puede dar
lugar a la concentración de plagas que, aunque habitualmente suelen ser
controladas, pueden en ocasiones producir la devastación y pérdida de la
producción. La diversidad de cultivos es una ventaja contra este problema, pero
está limitada por las características de los suelos, clima, y otros factores de
carácter económico.
A lo largo de los 10.000 años transcurridos desde el desarrollo de
la agricultura, los pueblos de todo el mundo han descubierto el valor
alimenticio de plantas y animales salvajes, domesticándolos y criándolos. Los
más importantes son los cereales, como el trigo, el arroz, el maíz y el
centeno; la caña de azúcar y la remolacha azucarera; los animales de carne,
como las ovejas, las vacas, las cabras y los cerdos; las aves, como los pollos,
los patos y los pavos; y productos como la leche, el queso, los frutos secos y
los aceites. La fruta, las verduras y las aceitunas son también importantes
fuentes de alimentos para el ser humano. Los granos para pienso de animales
incluyen la soja, el maíz forrajero y el sorgo. Los artículos independientes
sobre plantas y animales en concreto contienen información adicional.
También se obtienen ingresos de cultivos no alimentarios como el
caucho, las plantas de las que se obtienen fibras, el tabaco y las semillas
oleaginosas empleadas en compuestos químicos sintéticos, así como de la cría de
animales para la obtención de pieles.
Las condiciones que determinarán el tipo de explotación incluyen
el clima, el suministro de agua y el terreno.
Casi el 50% de la población del mundo se dedica a la agricultura.
La distribución, a finales de la década de 1980, variaba desde un 64% de la
población activa en África hasta un 4% en Estados Unidos y Canadá. En Asia, la
cifra era de un 61%; en América del Sur, un 24%; en Europa del Este y la
antigua Unión Soviética (URSS), el 15%, y el 7% en Europa Occidental.
El tamaño de las explotaciones varía enormemente de una región a
otra. Por ejemplo, a finales de la década de 1980, su tamaño medio en Canadá
era de unas 230 hectáreas (ha) por granja, mientras que la media en Filipinas
era algo inferior a 3,6 ha, y en Indonesia, de menos de 1,2 hectáreas.
El tamaño depende también del propósito de la explotación. Las
explotaciones comerciales, cuyo propósito es hacer dinero, suelen emplear
grandes superficies de terreno. Los latifundios de Latinoamérica son propiedades
de gran extensión, privadas, explotadas por mano de obra arrendataria y
caracterizada por una ineficaz utilización de los recursos disponibles. En
algunas áreas de Latinoamérica llegan a alcanzar miles y hasta decenas de miles
de hectáreas. Los monocultivos producen té, caucho y cacao. La eficiencia de
las plantaciones de trigo se optimiza cuando abarcan algunos miles de hectáreas
y pueden ser trabajadas por equipos agrícolas y máquinas. Las granjas de ganado
ovino australianas y otras granjas de cría de ganado deben ser igualmente
extensas para proveer de pastos a miles de animales. Las explotaciones
agrícolas de las comunas chinas, las cooperativas gestionadas por comunidades
peruanas o los ejidos mexicanos son otros ejemplos de unidades agrícolas que
han de ser amplias, como lo eran las granjas colectivas propiedad de empleados
del estado, que eran los encargados de trabajarlas, en la desaparecida URSS.
Las explotaciones individuales de subsistencia y las pequeñas
explotaciones mixtas unifamiliares van decreciendo en número en los países
desarrollados, pero siguen siendo numerosas en los países en vías de desarrollo
de África y Asia. Los ganaderos nómadas recorren el África subsahariana,
Afganistán y Laponia; y el pastoreo sigue siendo una parte importante de la
agricultura en áreas como Mongolia.
Buena parte de las divisas ingresadas por un país puede depender
de una única mercancía; por ejemplo, Sri Lanka depende del té, Dinamarca está
especializada en productos lácteos, Australia en la producción de lana, y Nueva
Zelanda y Argentina en productos cárnicos.
La importancia de un determinado país como exportador de productos
agrícolas depende de muchas variables. Entre ellas está la posibilidad de que
no esté suficientemente desarrollado en el ámbito industrial para producir
mercancías elaboradas en cantidad suficiente o que carezca de la necesaria
sofisticación tecnológica. Este tipo de exportadores agrícolas incluye a Ghana,
que exporta cacao y a Myanmar (Birmania) que exporta arroz. Por otra parte, un
país muy desarrollado puede producir excedentes que su población no necesita;
es el caso de Estados Unidos, Canadá y algunos países de Europa occidental.
Dado que las naciones dependen de la agricultura no sólo para
alimentarse, sino para obtener ingresos y también materias primas para la
industria, el comercio agrícola es una preocupación constante, regulada por
acuerdos internacionales como el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio
(GATT), el Mercosur y por grupos con intereses comerciales comunes como la
Unión Europea.
Historia
La historia de la agricultura puede dividirse en cuatro grandes
periodos de duración desigual, cuyas fechas difieren enormemente según las
regiones: prehistórico, histórico (incluido el periodo romano) feudal y
científico.
Agricultura prehistórica
Los primeros agricultores pertenecían en su mayor parte a la
cultura del neolítico. Los emplazamientos ocupados por estos pueblos se
encontraban en lo que hoy son Irak, Irán, Israel, Jordania, Siria y Turquía; en
el Sureste asiático, en la actual Tailandia; en África, a lo largo de río Nilo
en Egipto; y en Europa, en las márgenes del río Danubio y Macedonia, Tracia y
Tesalia. También se han identificado primitivos centros agrícolas en el área
del Huang He (río Amarillo), en China; en el valle del río Indo, en India y
Pakistán; y en la cuenca de México, al noroeste del istmo de Tehuantepec.
Las fechas de las que datan las plantas y animales domesticados
varían según las regiones, pero la mayoría son anteriores al sexto milenio
a.C., y las más antiguas podrían remontarse al año 10000 a.C. Los
científicos han aplicado el método del carbono 14 sobre restos de animales y plantas y
han fechado hallazgos de ovejas domesticadas que se remontan al año
9000 a.C. en el norte de Irak; de vacas del sexto milenio a.C. en el
noreste de Irán; de cabras del año 8000 a.C. en el centro de Irán; de
cerdos del año 8000 a.C. en Tailandia y del 7000 a.C. en Tesalia;
onagros, o asnos, del año 7000 a.C. en Jarmo, Irak; y de caballos del año
4350 a.C. en Ucrania. La llama y la alpaca fueron domesticadas en las
regiones andinas de Sudamérica a mediados del tercer milenio a.C.
Según las pruebas realizadas con el carbono, el trigo y la
cebada fueron cultivados en Oriente Próximo en el octavo milenio a.C.; el mijo
y el arroz en China y el Sureste asiático ya en el año 5500 a.C.; y la
calabaza, que además de aportar alimento se utilizaba como vasija en México y
otros países del continente americano, hacia el año 8.000 a.C. Las
leguminosas descubiertas en Tesalia y Macedonia se remontan hasta el año
6000 a.C. El lino se cultivaba y, aparentemente, se empleaba para elaborar
tejidos a comienzos del periodo neolítico.
El agricultor empezó, probablemente, fijándose en qué plantas
silvestres eran comestibles o útiles de algún modo, y aprendiendo a conservar
sus semillas para replantarlas en terrenos despejados con anterioridad. El
cultivo durante un largo periodo de tiempo de las plantas más prolíficas y
resistentes producía una variedad estable. Los rebaños de cabras y ovejas
estaban compuestos por animales salvajes jóvenes capturados, y aquellos que
presentaban los caracteres más deseables, tales como cuernos pequeños y una
elevada producción de leche, eran criados de forma selectiva. Los uros parecen
ser los antecesores del ganado vacuno europeo, y el buey salvaje asiático es el
del cebú, el ganado vacuno con gibas de Asia. El gato, el perro y los pollos
fueron domesticados muy pronto. La transición de la caza y la recolección a la
dependencia de la producción propia de alimentos se produjo de forma gradual, y
en algunos lugares aislados del mundo, aún no se ha logrado. Las cosechas y el
suministro propio de carne eran complementados por la pesca y la caza de aves,
así como por la carne de animales salvajes.
Los agricultores del neolítico vivían en alojamientos sencillos
como cuevas y pequeñas chozas de adobe secado al sol o de carrizo y madera.
Estas viviendas se agrupaban en pequeñas aldeas o existían como explotaciones
aisladas rodeadas de campos, ofreciendo abrigo a animales y personas en
edificaciones adyacentes o unidas. En el neolítico, la aparición de ciudades
como Jericó (fundada c. 9000 a.C.) se vio estimulada por la producción de
excedentes agrícolas.
El pastoreo puede haber sido posterior a esto. La evidencia parece
indicar que las explotaciones mixtas, la combinación de cosechas y la cría de
animales era el patrón más habitual en el neolítico. No obstante, los pastores
nómadas recorrían las estepas de Europa y Asia, donde fueron domesticados el
caballo y el camello.
Las primeras herramientas agrícolas eran de madera y piedra.
Incluían la azada de piedra; la hoz para recoger el grano fabricada con palas
de piedra afilada; la pértiga empleada para agujerear el suelo y plantar
semillas y, con posteriores adaptaciones, como pala o azadón; y un arado
rudimentario, una rama de árbol modificada empleada para levantar la superficie
del suelo y prepararlo para la siembra. Más tarde se adaptó el arado para el
tiro por bueyes.
Las penillanuras del suroeste de Asia y los bosques de Europa
disponían de lluvia suficiente para el mantenimiento de la agricultura, pero
Egipto dependía de las inundaciones anuales del Nilo para reponer la humedad y
fertilidad del suelo. Los habitantes del llamado ‘creciente fértil’, en torno a
los ríos Tigris y Éufrates, dependían también de las inundaciones anuales para
obtener agua para la irrigación. El drenaje se hacía necesario para impedir que
el suelo fuera arrastrado de las laderas por las que corrían los ríos. Los
agricultores que vivían en las proximidades del río Huang He desarrollaron un
sistema de irrigación y drenaje para controlar los daños sufridos por sus
campos en la planicie aluvial atravesada por los meandros del río.
Aunque los asentamientos neolíticos eran más permanentes que los
campamentos de los pueblos cazadores, las aldeas tenían que trasladarse
periódicamente en algunas áreas, ya que sus campos perdían fertilidad a causa
de la sobre explotación. Esto resultaba más necesario en el norte de Europa,
donde los campos se despejaban mediante la técnica de la tala y el incendio.
Los asentamientos a lo largo del Nilo, por el contrario, eran más permanentes,
dado que el río depositaba en sus márgenes limo fértil todos los años.
Agricultura: primeras civilizaciones e
Imperio romano
Con el final del neolítico y la introducción de los metales,
prácticamente llegó a su fin la era de las innovaciones en la agricultura. El
siguiente periodo histórico, conocido a través de información escrita y
dibujada, incluyendo la Biblia, los registros y monumentos de Oriente Próximo y
escritos chinos, griegos y romanos, estuvo dedicado a las mejoras de las
técnicas ya existentes. Existen una serie de hitos que sirven para trazar un
boceto del desarrollo en el ámbito mundial de la agricultura en esta era, que abarcan,
a grandes rasgos, desde 2500 a.C. hasta 500 d.C. Algunas plantas
empezaron a adquirir importancia. Las uvas y el vino se mencionan en registros
egipcios ya alrededor del 2900 a.C., y el comercio de aceite de oliva
estaba ya generalizado en el área del Mediterráneo en el primer milenio a.C. El
centeno y la avena se cultivaban en el norte de Europa hacia el año
1000 a.C. En América, el maíz fue el cereal más difundido.
Muchas verduras y frutas, incluyendo cebollas, melones y pepinos,
se cultivaban en el tercer milenio a.C. en Ur. Los dátiles e higos eran una
importante fuente de azúcar en Oriente Próximo, y en el área del Mediterráneo
se cultivaban la manzana, la granada, el melocotón y la mora. El algodón se
cosechó e hiló en India hacia el año 2000 a.C., y el lino y la seda se
empleaban mucho en China durante el segundo milenio. En Asia central y las
estepas rusas se fabricaba fieltro a partir de lana de ovejas.
El caballo, introducido en Egipto alrededor del 1600 a.C.,
era ya conocido en Mesopotamia y Asia Menor. El carro de bueyes de cuatro
ruedas para trabajos agrícolas y los carruajes de dos caballos eran familiares
en el norte de India en el segundo milenio a.C.
El perfeccionamiento de las herramientas y el equipamiento fue de
especial importancia. Las herramientas de metal eran más duraderas y eficaces,
y el cultivo se vio impulsado gracias a la ayuda de útiles como el arado tirado
por bueyes equipado con una reja metálica, descubierto en el siglo X a.C. en
Palestina. En Mesopotamia, en el tercer milenio a.C. se añadió un dispositivo
en forma de embudo al arado con el fin de plantar las semillas, y en China se
emplearon también otras formas primitivas de sembradora. La trilla se realizaba
con ayuda de animales en Palestina y Mesopotamia, aunque la recogida, el
empaquetado y el tamizado seguían siendo manuales. Egipto conservó la siembra
manual durante este periodo, tanto en pequeñas explotaciones como en grandes
propiedades.
Mejoraron los métodos de almacenamiento del aceite y el grano. Los
graneros, cisternas secas, silos y recipientes de uno u otro tipo empleados
para almacenar grano, sustentaban a las poblaciones de las ciudades. De hecho,
sin un abastecimiento adecuado y sin el comercio de alimentos y productos no
alimentarios, las civilizaciones avanzadas de Mesopotamia, el norte de India,
Egipto y Roma no hubieran sido posibles.
Los sistemas de irrigación usados en China, Egipto y Oriente
Próximo eran muy elaborados, y permitieron explotar una mayor superficie de
tierra. En Sumer, el trabajo forzado de los campesinos y la burocracia creada
para planificar y supervisar los trabajos de irrigación, probablemente fueran
básicos para el desarrollo de las ciudades estado de Sumer. Los molinos de
viento y de agua, desarrollados a finales del periodo romano aumentaron el
control sobre las múltiples incertidumbres climáticas. La introducción de
fertilizantes, en su mayor parte estiércol de animales, y la rotación de
cultivos dejando tierras en barbecho hicieron más productiva la agricultura.
Las explotaciones mixtas y la cría de animales florecían en las
islas Británicas y en Europa continental; llegaron hasta Escandinavia a
comienzos de este periodo histórico, donde mostraron un modelo que persistiría
durante los siguientes 3.000 años. La caza y la pesca, dependiendo de las
regiones, complementaban los alimentos cultivados por los agricultores.
Poco después del gobierno de Julio César, el historiador romano
Publio Cornelio Tácito describía a los germanos como una sociedad tribal de
guerreros campesinos libres, que cultivaban sus propias tierras o las
abandonaban para ir a la guerra. Unos 500 años más tarde, la aldea europea
típica consistía en un núcleo de casas rodeado de campos cultivados de forma
tosca y compuestos por explotaciones privadas; los valles, bosques y tierras
sin aprovechar eran empleados por toda la comunidad. Los bueyes y el arado
pasaban de un campo a otro, y la cosecha era un esfuerzo cooperativo.
Al parecer, Roma comenzó como una sociedad rural de agricultores
independientes. En el primer milenio a.a. C., tras el establecimiento de la
ciudad, la agricultura emprendió un desarrollo capitalista que alcanzó su
apogeo en la era cristiana. Las grandes propiedades que abastecían a las
ciudades del Imperio estaban en manos de propietarios ausentes y eran
explotadas por mano de obra esclava bajo la supervisión de capataces
contratados. Al ir disminuyendo el número de esclavos, en general cautivos de
guerra, iban siendo reemplazados por trabajadores en régimen de arrendamiento.
La villa romana típica de la era cristiana se aproximaba al sistema feudal de
organización; los esclavos y los arrendatarios manumitidos se veían obligados a
trabajar con arreglo a un horario, y los arrendatarios pagaban una proporción
fija de la producción al propietario. Ya en el siglo IV d.C., la figura del
siervo estaba firmemente establecida, y el arrendatario estaba vinculado a la
tierra.
La agricultura feudal
En Europa, el periodo feudal comenzó poco después de la caída del
Imperio romano, y alcanzó su cumbre hacia el año 1100 d.C. Este periodo
fue también testigo del desarrollo del Imperio bizantino y del poder de los
musulmanes en Oriente Próximo y el sur de Europa. España, Italia y el sur de
Francia se vieron afectadas por los acontecimientos de fuera de Europa continental.
Durante el periodo de dominio árabe en Egipto y España, la
irrigación se extendió a tierras que antes eran improductivas o estériles. En
Egipto, la producción de grano era suficiente para permitir al país vender
trigo en el mercado internacional. En España, se plantaron viñedos en terrenos
en pendiente, y el agua para la irrigación se traía desde las montañas hasta
los llanos. En algunas áreas de dominación islámica se cultivaban naranjas,
limones y albaricoques.
Se producía arroz, caña de azúcar, algodón y verduras como las
alcachofas y las espinacas, además de azafrán, una especia típicamente
española. Se creó el gusano de seda, así como su fuente de alimento, el árbol
de la morera.
Ya en el siglo XII la agricultura de Oriente Próximo se había
estancado, y Mesopotamia, por ejemplo, retrocedió hasta niveles de subsistencia
al ser destruidos sus sistemas de irrigación por los mongoles. Las Cruzadas
aumentaron el contacto de los europeos con los países islámicos y
familiarizaron a Europa occidental con los cítricos y los tejidos de algodón.
La estructura agrícola distaba de ser uniforme. En Escandinavia y
Alemania oriental perduraban las pequeñas granjas y aldeas de épocas
anteriores. En las zonas montañosas y los pantanos de la Europa eslava el
sistema señorial no podía florecer. La cría de animales y el cultivo de
aceituna y uva se encontraban normalmente fuera de este sistema.
Una explotación feudal requería, a grandes rasgos, de 350 a
800 ha de suelo arable y una cantidad equivalente de otras tierras, como
humedales, zonas de bosque y pastizales. Se trataba de una comunidad
típicamente autosuficiente. En ella se alzaba la mansión del señor del feudo,
un militar o vasallo de la iglesia de alto rango, al que a veces se le otorgaba
el título de lord, o de su administrador. A menudo, el feudo podía constituir
la totalidad de una parroquia por lo que incluía una iglesia. En la propiedad
podían existir una o más aldeas, y sus habitantes eran los trabajadores de
hecho. Bajo la dirección de un capataz o supervisor, cultivaban la tierra,
criaban los animales de carne y de carga y pagaban impuestos en forma de
servicios, bien como mano de obra forzosa en las tierras de su señor y otras
propiedades o en forma de servicio militar obligatorio.
Un feudo de grandes dimensiones contaba con un molino para moler
el grano, un horno para hornear el pan, un estanque de peces, huertos, tal vez
una prensa para el vino o el aceite, y jardines de hierbas aromáticas y
hortalizas. Tenían también abejas para obtener miel.
Con la lana de las ovejas criadas en la propiedad se fabricaba la
ropa. La lana era hilada para obtener hilazas, con las que elaborar tejidos y
finalmente prendas de vestir. Asimismo, era posible conseguir telas a partir
del lino, que se cultivaba con este fin y para la extracción de aceite.
Los alimentos que se servían en una propiedad feudal variaban
dependiendo de la estación y de la valía como cazador de su señor. La caza para
procurarse carne era, de hecho, la principal tarea no militar del dueño de la
casa y de sus asistentes militares. Los residentes en el castillo podían comer
pato, faisán, paloma, ganso, gallina y perdices; pescado, cerdo, carne de
vacuno, y carnero, además de coles, nabos, zanahorias, alubias y guisantes.
También se servían pan, queso, mantequilla, cerveza, vino y manzanas. En la
Europa meridional a veces se consumían aceitunas y aceite de oliva, a menudo en
sustitución de la mantequilla.
El cuero procedía de las vacas de la propiedad. Las bestias de
carga eran caballos y bueyes; al irse criando variedades más pesadas de
caballos, y desarrollarse un nuevo tipo de arreos, éstos adquirieron mayor
importancia. El herrero, el fabricante de ruedas y el carpintero se encargaban
de la fabricación y mantenimiento de las toscas herramientas agrícolas.
El cultivo estaba organizado de forma rígida. Las tierras arables
se dividían en tres partes: una se sembraba en otoño con trigo o centeno; la
segunda en primavera con cebada, centeno, avena, alubias o guisantes; y la
tercera se dejaba en barbecho, es decir, sin sembrar. Los campos se dividían en
bandas distribuidas por las tres divisiones, y sin setos o verjas para separar
una banda de otra. A cada campesino varón que fuera cabeza de familia se le
asignaban unas 30 de estas bandas. Con la ayuda de su familia y un tiro de
bueyes, trabajaba a las órdenes de los capataces del señor feudal. Cuando
trabajaba en sus propios campos, si es que los tenía, lo hacía ateniéndose a
las costumbres de la aldea, que probablemente eran tan rígidas como las de
cualquier capataz.
Hacia el siglo VIII se introdujo un ciclo cuatrienal de tierras en
barbecho. La rutina anual en 400 ha consistía en arar 100 ha en otoño
y 100 ha en primavera, dejando 200 ha en barbecho que se araban en
junio. Estos tres periodos que abarcaban todo el año, permitían recoger dos
cosechas en un total de 200 ha, dependiendo del clima. Como norma general
se uncían diez o más bueyes, no mayores que los novillos de hoy en día, al
arado, que a menudo era poco más que un tronco ahorquillado. A la hora de la
cosecha, todos los campesinos, incluyendo mujeres y niños, debían trabajar en
los campos. Tras la recogida se daba suelta a los animales de la comunidad en
los campos para que pastaran.
Algunos feudos empleaban un sistema de franjas o bandas, con una
superficie de unas 0,4 ha, que medían unos 200 m de largo por 1,2 a
5 m de ancho. Las del señor de la propiedad tenían unas dimensiones
similares a las de los campesinos, y estaban distribuidas por terrenos buenos y
malos. El sacerdote de la parroquia podía tener tierras separadas de las de la
comunidad o franjas en las que trabajaba él mismo o eran atendidas por los
campesinos.
En todos los sistemas feudales, los campos y las necesidades del
señor eran lo primero, pero solían dejarse libres cerca de tres días a la semana
para que los campesinos trabajaran en sus franjas y huertos familiares. La
madera y la turba para combustible se recogían en terrenos comunales y los
animales pastaban en las vegas de la aldea. Cuando había excedentes de grano,
pieles y lana, se enviaban al mercado para su venta.
Hacia el año 1300 empezó a hacerse patente la tendencia a cercar
las tierras comunales y la cría de ovejas para aprovechar la lana. La aparición
de la industria textil hizo que la cría de ovejas resultara más rentable en
Inglaterra, Flandes, Champagne, Toscana, Lombardía y la región de Augsburgo en
Alemania. Al mismo tiempo, las áreas que rodeaban las ciudades medievales
empezaron a especializarse en productos hortícolas y lácteos. El feudalismo
independiente se vio también afectado por las guerras de los siglos XIV y XV en
Europa, y por las grandes epidemias de peste del siglo XIV. Aldeas enteras
quedaron borradas del mapa, y muchas tierras arables fueron abandonadas. Los
campesinos supervivientes empezaron a expresar su descontento y a intentar
mejorar sus condiciones de vida.
Con la disminución de la mano de obra, sólo se conservaron para el
cultivo las mejores tierras y, en el sur de Italia, por ejemplo, el riego
contribuyó a aumentar la producción de los suelos más fértiles. El énfasis en
la producción de grano fue reemplazado por la diversificación y comenzó la
producción de mercancías que requerían mayores cuidados, como vino, aceite,
queso, mantequilla y verduras.
En América, la base material de las grandes civilizaciones era
principalmente la agricultura. Una inmensa variedad de plantas cultivadas
satisfacían las necesidades alimenticias y proporcionaban materia prima para
las artesanías. Casi todas las regiones cultivaban un número de plantas que
como el maíz, el frijol, la papa o patata se adaptaban a las distintas
condiciones ambientales. Aparte de la calabaza, antes mencionada, los
americanos plantaban jitomate (tomate), miltomate, huanlizontli y hierbas como
el epazote. Había también una gran variedad de frutales: aguacate, chirimoya,
mamey, zapote, capulín, guayaba, etc. El maguey y el nopal, característicos de
Mesoamérica se cultivaban en sus diversas variedades, no sólo como alimento
sino que utilizaban la fibra para fabricar telas de vestir. En las tierras
templadas, el cultivo del algodón era uno de los más destacados.
La agricultura científica
Al llegar el siglo XVI, la población europea iba en aumento, y la
producción agrícola entró de nuevo en una fase de expansión.
Allí y en otras áreas, la naturaleza de la agricultura habría de
cambiar mucho en los siglos venideros. Había varias razones para ello. Europa
había quedado aislada de Asia y Oriente Próximo por la extensión del poderío
turco. Se estaban poniendo en práctica nuevas teorías económicas, que afectaban
directamente a la agricultura. Además, las guerras continuadas entre Inglaterra
y Francia, en el seno de ambos países y en Alemania consumían capital y
recursos humanos.
Se inició un nuevo periodo de exploraciones y colonización para
intentar soslayar el control por parte de Turquía del comercio de especias,
para dar un hogar a los refugiados religiosos, y para obtener recursos para
unas naciones europeas que estaban convencidas de que la única riqueza eran los
metales preciosos.
El descubrimiento de América favoreció el hallazgo de especies
vegetales y animales hasta entonces desconocidas en Europa. La agricultura
colonial comenzó no sólo para proveer de alimentos a los colonizadores, sino
también para producir cosechas comerciales y suministrar alimentos a la
metrópolis. Esto representaba el cultivo de productos como el azúcar, el
algodón, el tabaco, la papa o patata, el tomate y el té, así como la producción
de productos animales tales como lana y pieles. De los siglos XV al XIX el
comercio de esclavos se encargó de aportar la mano de obra necesaria. Los
esclavos procedentes de África, por ejemplo, trabajaban en el Caribe en
plantaciones de azúcar, y en Norteamérica en plantaciones de índigo y algodón.
La primera sociedad colonial se sustentó en la explotación de la mano de obra
indígena, entonces abundante, asegurada por la esclavitud y la encomienda, que
transformó la estructura social del mundo indígena. Los prisioneros procedentes
de Europa, sobre todo de las cárceles inglesas, aportaron tanto mano de obra
cualificada como no cualificada en muchas colonias americanas. En última
instancia, no obstante, tanto la esclavitud como la servidumbre fueron
erradicadas en el siglo XIX.
Cuando fueron descubiertos por los conquistadores españoles, las
civilizaciones más avanzadas del Nuevo Mundo disfrutaban de economías agrícolas
desarrolladas, pero carecían de animales de tiro y desconocían la rueda. Los
clanes y otros grupos consanguíneos, o de tribus dominantes que habían creado
sofisticados sistemas de gobierno, poseían la tierra, a la que no tenían acceso
como propietarios los particulares o las familias individuales. En el siglo XVI
habían desaparecido ya varias civilizaciones en Centroamérica y Sudamérica. Las
que conocieron los españoles fueron las de los aztecas, los incas y los mayas.
La revolución científica producto del renacimiento y el Siglo de
las Luces en Europa favoreció la experimentación en la agricultura así como en
otros campos. La experimentación y el error en el cultivo de plantas condujo a
la mejora de las cosechas, y se desarrollaron algunas variedades nuevas de
ganado vacuno y ovino. Especialmente notable fue la vaca Guernesey, que incluso
hoy sigue siendo una especie apreciable como productora de leche. El proceso de
parcelación (enclosura) se aceleró enormemente en el siglo XVIII, y los
propietarios de tierras pudieron determinar la disposición de tierras y
pastizales, anteriormente sometidos al uso común. La rotación de los cultivos,
alternando las legumbres con el grano, fue practicada con más entusiasmo al
desaparecer el sistema de franjas heredado del periodo feudal. En Inglaterra,
donde la agricultura científica era especialmente eficaz, la enclosura produjo
una reorganización fundamental de la propiedad de la tierra. Desde 1660 en
adelante, los propietarios de las mayores superficies habían empezado a
incrementar el tamaño de sus posesiones, a menudo a expensas de pequeños
agricultores independientes. Cuando llegó la era victoriana, el modelo agrícola
se basaba en la relación entre el terrateniente, dependiente de las rentas; el
agricultor, que producía las cosechas; y los jornaleros sin tierras. El drenaje
hizo cultivables más tierras y, con la Revolución Industrial, surgió la
maquinaria agrícola.
No es posible fijar con claridad una década o una serie de
acontecimientos como comienzo de la revolución agrícola a través de la
tecnología. Entre los adelantos más importantes están la crianza selectiva de
ganado, iniciada a comienzos de 1700, y la dispersión de caliza en las tierras
de cultivo a finales de ese mismo siglo. Las mejoras mecánicas del arado
tradicional comenzaron a mediados del siglo XVII con la fijación de pequeñas
puntas de hierro a la madera mediante tiras de cuero. En 1797, Charles Newbold,
un herrero de Burlington, Nueva Jersey, introdujo el arado de reja de hierro
fundido. La reja voltea la tierra y la empuja a un lado; este tipo de arado
sigue siendo hoy el más utilizado. John Deere, otro herrero estadounidense,
mejoró aún más el arado en la década de 1830 y lo fabricó en acero. Otros
inventos notables incluyen la sembradora del agrónomo inglés Jethro Tull,
desarrollada a comienzos del siglo XVIII y progresivamente mejorada durante más
de un siglo; la segadora del norteamericano Cyrus McCormick, creada en 1831; y
multitud de trilladoras, cultivadoras, cortadoras de grano y hierba,
rastrilladoras y desgranadoras de maíz. A finales del siglo XIX, se empleaba a
menudo el vapor para reemplazar la energía animal en el arrastre de arados y en
el accionamiento de máquinas trilladoras.
La demanda de alimentos para los trabajadores urbanos y de
materias primas para la industria produjo una reestructuración del comercio
mundial. Ciencia y tecnología desarrolladas con fines industriales fueron
aplicadas a la agricultura, dando lugar finalmente al nacimiento de la
industria agrícola de mediados del siglo XX.
En los siglos XVII y XVIII se efectuaron los primeros intentos
sistemáticos por estudiar y controlar las plagas. En épocas anteriores a éstas
la recogida manual y las fumigaciones eran los métodos habituales para el
control de plagas. En el siglo XIX se desarrollaron varios tipos de venenos
para su empleo en forma de fumigaciones; también se usaron medios biológicos de
control como los insectos depredadores. Se cultivaron variedades resistentes de
plantas; esto último tuvo especial éxito en los viñedos europeos, en los que se
injertaron tallos europeos no resistentes en cepas radiculares americanas que
sí lo eran para luchar contra el áfido filoxera tras su introducción accidental
en Francia.
Los avances en el transporte afectaron también a la agricultura.
Las carreteras, canales y ferrocarriles permitieron a los agricultores obtener
los suministros necesarios y comercializar sus productos en un mercado más
amplio. Los alimentos podían protegerse durante el transporte y era posible
trasladarlos a menor coste gracias a los trenes, los barcos y la refrigeración,
avances producidos a finales del siglo XIX y principios del XX. El uso eficaz
de estos adelantos llevó a una creciente especialización y, en ocasiones, a
cambios en la localización de los proveedores agrícolas. En el último cuarto
del siglo XIX, por ejemplo, los proveedores de granos australianos y
norteamericanos desplazaron a los europeos en el mercado del viejo continente.
Cuando la producción de grano dejaba de ser rentable para los agricultores
europeos, o un área era urbanizada, se potenciaban las industrias lácteas, la
producción de queso y otros productos.
El paso hacia un incremento en la producción en el periodo
posterior a la II Guerra Mundial fue el resultado de una nueva explosión
demográfica. La necesidad de más alimentos fue paliada en parte por la llamada
revolución verde, que implicó el cultivo selectivo de cosechas tradicionales en
busca de mayores rendimientos, nuevos híbridos, y métodos de cultivo intensivo
adaptados a los climas y condiciones culturales de países densa mente poblados
como India. La crisis mundial del petróleo a mediados de la década de 1970, no obstante, redujo el abastecimiento de fertilizantes nitrogenados necesarios
para el éxito de las nuevas variedades. Simultáneamente, un clima errático y
desastres naturales como la sequía y las inundaciones redujeron las cosechas en
todo el mundo. Parecía inminente el hambre en el subcontinente indio, y la
hambruna se generalizó en muchas partes de África al sur del Sahara. La
situación económica, en especial la inflación descontrolada, amenazaban por
igual al productor y al consumidor de alimentos. Estos problemas se
convirtieron en los factores determinantes del cambio y el desarrollo
agrícolas.